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+25 Poemas tristes de amor para llorar

Poemas tristes
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Poemas tristes sobre el amor, la vida, desamor o solo para llorar. Cuando el desamor no deja ver más allá, nuestro corazón roto no encuentra razones para continuar o la melancolía trae del pasado aquello que perdimos, leer poemas tristes puede ayudarnos a saber que otros también han pasado por situaciones similares.

Pero también, los poemas tristes pueden a veces ser tan hermosos que nos hacen ver, que en medio de tanta oscuridad, siempre renace la esperanza.

Y los poemas tristes no sólo son por un desamor, sino que pueden estar inspirados en profundos dolores de amores malsanos o de decepciones diversas que han llevado a grandes plumas a estampar versos que trascienden sexo, raza o condición social.

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Hagamos juntos un recorrido por una selección de bellos poemas tristes que tocarán las fibras más profundas del alma.

Poemas tristes de la vida por escritores famosos

Poemas tristes de la vida por escritores famosos

Todos los poetas del mundo aman el amor y la tristeza como caras opuestas de una moneda.  Un día el amor y la alegría llenan tus días, otro la tristeza nubla todo el horizonte y no se ve la salida.

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Las despedidas, las esperas, los adioses, las indiferencias o incluso los fallecimientos pueden sumirnos en un estado de tristeza y leer un poema nos hace identificarnos con el autor, conectarnos de una forma única.

«Despedida» (Jorge Luis Borges)

El argentino Jorge Luis Borges desnuda su alma en este corto poema dedicado a un amor lejano, al que recuerda y espera volver a ver.

Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.

No habrá sino recuerdos.

Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo…

Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.

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Acabar con todo (Octavio Paz)

Acabar con todo es para muchos una opción cuando la tristeza los envuelve.  En este hermoso poema, Octavio Paz nos recuerda la belleza de este sentimiento y cómo rápidamente puede arder.

Dame, llama invisible, espada fría,
tu persistente cólera,
para acabar con todo,
oh mundo seco,
oh mundo desangrado,
para acabar con todo.

Arde, sombrío, arde sin llamas,
apagado y ardiente,
ceniza y piedra viva,
desierto sin orillas.

Arde en el vasto cielo, laja y nube,
bajo la ciega luz que se desploma
entre estériles peñas.

Arde en la soledad que nos deshace,
tierra de piedra ardiente,
de raíces heladas y sedientas.

Arde, furor oculto,
ceniza que enloquece,
arde invisible, arde
como el mar impotente engendra nubes,
olas como el rencor y espumas pétreas.

Entre mis huesos delirantes, arde;
arde dentro del aire hueco,
horno invisible y puro;
arde como arde el tiempo,
como camina el tiempo entre la muerte,
con sus mismas pisadas y su aliento;
arde como la soledad que te devora,
arde en ti mismo, ardor sin llama,
soledad sin imagen, sed sin labios.

Para acabar con todo,
oh mundo seco,
para acabar con todo.

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Alba (Federico García Lorca)

El español García Lorca vuelve a enamorarnos con su obra «Alba», un poema triste y de melancolía por los amores que ya no están y una oda a la desesperanza por la que alguna vez en la vida todos pasan.

Mi corazón oprimido
Siente junto a la alborada
El dolor de sus amores
Y el sueño de las distancias.

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La luz de la aurora lleva
Semilleros de nostalgias
Y la tristeza sin ojos
De la médula del alma.

La gran tumba de la noche
Su negro velo levanta
Para ocultar con el día
La inmensa cumbre estrellada.

¡Qué haré yo sobre estos campos
Cogiendo nidos y ramas
Rodeado de la aurora
Y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
Muertos a las luces claras
Y no ha de sentir mi carne
El calor de tus miradas!

¿Por qué te perdí por siempre
En aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
Como una estrella apagada.

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¡Adiós! (Alfonsina Storni)

Adiós es la palabra que lo amantes, que los hijos, que los padres, que los amigos no quieren escuchar.  Alfonsina Storni se sumerge en un mar de dolor y vacío y le dice adiós a sus sentimientos y a su inocencia.

Las cosas que mueren jamás resucitan,
las cosas que mueren no tornan jamás.
¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda
es polvo por siempre y por siempre será!
Cuando los capullos caen de la rama
dos veces seguidas no florecerán…

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¡Las flores tronchadas por el viento impío
se agotan por siempre, por siempre jamás!
¡Los días que fueron, los días perdidos,
los días inertes ya no volverán!

¡Qué tristes las horas que se desgranaron
bajo el aletazo de la soledad!
¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas,
las sombras creadas por nuestra maldad!

¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que así se nos van!
¡Corazón… silencia!… ¡Cúbrete de llagas!…
-de llagas infectas- ¡cúbrete de mal!…

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¡Que todo el que llegue se muera al tocarte,
corazón maldito que inquietas mi afán!

¡Adiós para siempre mis dulzuras todas!
¡Adiós mi alegría llena de bondad!

¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que no vuelven más! …

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Boca de llanto, me llaman (Jaime Sabines)

Uno de los grandes poetas del siglo XX en México, Jaime Sabines, escribió un poema triste llamado «Boca de llanto» en honor a una mujer de ojos negros, de mirada negra y de sonrisas silenciosas.

Boca de llanto, me llaman
tus pupilas negras,
me reclaman. Tus labios
sin ti me besan.

¡Cómo has podido tener
la misma mirada negra
con esos ojos
que ahora llevas!

Sonreíste. ¡Qué silencio,
qué falta de fiesta!

¡Cómo me puse a buscarte
en tu sonrisa, cabeza
de tierra,
labios de tristeza!

No lloras, no llorarías
aunque quisieras;
tienes el rostro apagado
de las ciegas.

Puedes reír. Yo te dejo
reír, aunque no puedas.

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Estoy triste y mis ojos no lloran (Juan Ramón Jiménez)

A veces el corazón se rompe en tantos pedazos que, aunque se intente seguir adelante y repararlo, algo no encaja.  Juan Ramón Jiménez lo expresa en forma magistral en este poema triste.

Estoy triste, y mis ojos no lloran
y no quiero los besos de nadie;
mi mirada serena se pierde
en el fondo callado del parque.

¿Para qué he de soñar en amores
si está oscura y lluviosa la tarde
y no vienen suspiros ni aromas
en las rondas tranquilas del aire?

Han sonado las horas dormidas;
está solo el inmenso paisaje;
ya se han ido los lentos rebaños;
flota el humo en los pobres hogares.

Al cerrar mi ventana a la sombra,
una estrena brilló en los cristales;
estoy triste, mis ojos no lloran,
¡ya no quiero los besos de nadie!

Soñaré con mi infancia: es la hora
de los niños dormidos; mi madre
me mecía en su tibio regazo,
al amor de sus ojos radiantes;
y al vibrar la amorosa campana
de la ermita perdida en el valle,
se entreabrían mis ojos rendidos
al misterio sin luz de la tarde…

Es la esquila; ha sonado. La esquila
ha sonado en la paz de los aires;
sus cadencias dan llanto a estos ojos
que no quieren los besos de nadie.

¡Que mis lágrimas corran! Ya hay flores,
ya hay fragancias y cantos; si alguien
ha soñado en mis besos, que venga
de su plácido ensueño a besarme.

Y mis lágrimas corren… No vienen…
¿Quién irá por el triste paisaje?
Sólo suena en el largo silencio
la campana que tocan los ángeles.

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La despedida (José Ángel Buesa)

Un poema de tristeza realmente hermoso, en el que Buesa se despide sin querer hacerlo, y le promete que siempre la amará y estará en sus pensamientos.

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.

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No sé si me quisiste… No sé si te quería…
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.

No sé si te amé mucho… no sé si te amé poco;
pero sí sé que nunca volveré a amar así.

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Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mí…

Pero te digo adiós, para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.

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El futuro  (Julio Cortázar)

El argentino Julio Cortázar vislumbra el triste futuro que le espera sin su amor, en cosas cotidianas, en gestos sencillos y se nubla de tristeza.

Y sé muy bien que no estarás.
No estarás en la calle,
en el murmullo que brota de noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia
los completos de los subtes,
ni en los libros prestados
ni en el hasta mañana.

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No estarás en mis sueños,
en el destino original
de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás
o en el color de un par de guantes
o una blusa.

Me enojaré amor mío,
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás,
y diré las palabras que se dicen
y comeré las cosas que se comen
y soñaré las cosas que se sueñan
y sé muy bien que no estarás,
ni aquí adentro, la cárcel
donde aún te retengo,
ni allí fuera, este río de calles
y de puentes.

No estarás para nada,
no serás ni recuerdo,
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente
trata de acordarse de ti.

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Trilce (César Vallejo)

El poeta peruano César Vallejo escribió estos versos durante los tres meses que estuvo en prisión injustamente y pocos años después de la muerte de su madre.

Hay un lugar que yo me sé
en este mundo, nada menos,
adonde nunca llegaremos.

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Donde, aun si nuestro pie
llegase a dar por un instante
será, en verdad, como no estarse.

Es ese sitio que se ve
a cada rato en esta vida,
andando, andando de uno en fila.

Más acá de mí mismo y de
mi par de yemas, lo he entrevisto
siempre lejos de los destinos.

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Ya podéis iros a pie
o a puro sentimiento en pelo,
que a él no arriban ni los sellos.

El horizonte color té
se muere por colonizarle
para su gran Cualquiera parte.

Mas el lugar que yo me sé,
en este mundo, nada menos,
hombreado va con los reversos.

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Cerrad aquella puerta que
está entreabierta en las entrañas
de ese espejo. ¿Ésta? No; su hermana.

No se puede cerrar. No se
puede llegar nunca a aquel sitio
do van en rama los pestillos.
Tal es el lugar que yo me sé.

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Tengo miedo (Pablo Neruda)

En este poema Neruda le escribe a la noche, a su temor y tristeza porque se oculte el sol.  Es un poema de tristeza en una noche solitaria.

Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza
del cielo se abre como una boca de muerto.

Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.

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Tengo miedo -Y me siento tan cansado y pequeño
que reflojo la tarde sin meditar en ella.

(En mi cabeza enferma no ha de caber un sueño
así como en el cielo no ha cabido una estrella.)

Sin embargo en mis ojos una pregunta existe
y hay un grito en mi boca que mi boca no grita.

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¡No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste
abandonada en medio de la tierra infinita!

Se muere el universo de una calma agonía
sin la fiesta del Sol o el crepúsculo verde.

Agoniza Saturno como una pena mía,
la Tierra es una fruta negra que el cielo muerde.

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Y por la vastedad del vacío van ciegas
las nubes de la tarde, como barcas perdidasque escondieran estrellas rotas en sus bodegas.

Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.

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La vida se me va, quién sabe a dónde (Pär Lagerkvist)

El escritor sueco ganador del Premio Nobel de Literatura de 1951, nos trae un poema de tristeza sobre la volatilidad de la vida, sobre la vejez y la cercanía de la muerte.

La vida se me va… Quién sabe a dónde
con la luz parte… Sigilosamente
de mí se aleja sin decir a dónde.

Lo mismo que un amigo
que me abandona sin decir palabra,
que me abandona en soledad conmigo.

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Si le pregunto: ¿A dónde vas, a dónde?
se sonríe no más, plácidamente,
sin dejar de partir quién sabe a dónde.

Le grito con angustia:
Mírame aquí, viviente, vivo. ¿A dónde
quieres que te siga? -Y con risa mustia,
«Tú no eres yo» -doliente me responde.

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La mujer estéril (Gabriela Mistral)

La chilena Gabriela Mistral nos muestra el rostro triste de una mujer que no pudo ser madre y cómo es su vida al intentar contemplar el rostro del hijo que nunca tuvo.

La mujer que no mece un hijo en el regazo,
cuyo calor y aroma alcance a sus entrañas,
tiene una laxitud de mundo entre los brazos,
todo su corazón congoja inmensa baña.

El lirio le recuerda unas sienes de infante;
el Angelus le pide otra boca cosa ruego;
e interroga la fuente de seno de diamante
por qué su labio quiebra el cristal en sosiego.

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Y al contemplar sus ojos se acuerda de la azada;
piensa que en los de un hijo no mirará extasiada,
cuando los suyos vacíen, los follajes de Octubre.

Con doble temblor oye el viento en los cipreses.
¡Y una mendiga grávida, cuyo seno florece
cual la parva de Enero, de vergüenza la cubre!

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Desde el rincón más oscuro (Ivi Velasco)

La sensación de soledad, tristeza y desasosiego están plasmadas en este poema de Ivi Velasco.  Se siente sola y que no le importa a nadie.

I
Escribo en el rincón más oscuro de la casa,
donde el tiempo se detuvo
en el descompuesto reloj.

El polvo se cernió
sobre el dintel y la tinta,
sobre el mantel y la mesa
y en la forma de mis letras.

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Escribo en el rincón más oscuro de la casa,
donde el foco se fundió
y las telarañas se esparcieron,
atrapando mis sueños
envolviendo mis anhelos.

Escribo en el rincón más oscuro de la casa,
donde ya nadie me escucha
Donde solo habito yo,
y mi eco mudo resuena
entre estas paredes viejas.

Escribo en el rincón más oscuro de la casa,
entre el vino viejo y el añejo recuerdo
en el corazón olvidado
recordando tus pasos.

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Escribo en el rincón más oscuro de la casa,
esperando que me leas
esperando que me veas,
esperando tan solo que cruces la puerta
y que algún día vuelvas.

Amor (Pablo Neruda)

Un amor inconcluso que trae melancolía y tristeza al corazón de Pablo Neruda.

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Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte
la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
en la risa de oro y la voz de cristal.

Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.
Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría
amarte, amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía amarte más.

Y todavía amarte más y más.

Amiga, no te mueras (Pablo Neruda)

Pablo Neruda le escribe a una amiga que está luchando por su vida y no sabe si sobrevivirá.

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Amiga, no te mueras.
Óyeme estas palabras que me salen ardiendo,
y que nadie diría si yo no las dijera.
Amiga, no te mueras.

Yo soy el que te espera en la estrellada noche.
El que bajo el sangriento sol poniente te espera.
Miro caer los frutos en la tierra sombría.

Miro bailar las gotas del rocío en las hierbas.

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En la noche al espeso perfume de las rosas,
cuando danza la ronda de las sombras inmensas.
Bajo el cielo del Sur, el que te espera cuando
el aire de la tarde como una boca besa.
Amiga, no te mueras.

Yo soy el que cortó las guirnaldas rebeldes
para el lecho selvático fragante a sol y a selva.

El que trajo en los brazos jacintos amarillos.

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Y rosas desgarradas. Y amapolas sangrientas.

El que cruzó los brazos por esperarte, ahora.

El que quebró sus arcos. El que dobló sus flechas.

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Yo soy el que en los labios guarda sabor de uvas.

Racimos refregados. Mordeduras bermejas.

El que te llama desde las llanuras brotadas.

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Yo soy el que en la hora del amor te desea.

El aire de la tarde cimbra las ramas altas.

Ebrio, mi corazón. bajo Dios, tambalea.

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El río desatado rompe a llorar y a veces
se adelgaza su voz y se hace pura y trémula.
Retumba, atardecida, la queja azul del agua.
Amiga, no te mueras!

Yo soy el que te espera en la estrellada noche,
sobre las playas áureas, sobre las rubias eras.
El que cortó jacintos para tu lecho, y rosas.

Tendido entre las hierbas yo soy el que te espera!

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Poemas tristes de amor cortos

Poemas tristes de amor cortos

El amor perdido es difícil de superar.  Siempre se busca una explicación, un por qué para el fracaso, y la desesperación que arrastra la esperanza de recuperarlo.

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¿Cuándo volveré a verte? ¿Regresarás? Son algunas de las preguntas que se hacen los amantes desolados.

La desdicha de la soledad (Anónimo)

Este poema de tristeza anónimo refleja qué pasa cuando a alguien lo ataca la soledad, ante la ausencia de un amor perdido.

Una vez imagine que volvías para estar a mi lado
me regocijé mientras pensaba en la más bella de las fantasías
pero cuando desperté solo pude encontrar la desdicha de la soledad
esperándome en un apartado rincón
y lista para agazaparse sobre mí como si fuera su presa.

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No hay nada que pueda reconfortarme desde tu partida
jamás imagine cuan doloroso sería sentir morir a mi corazón
pues ahora comprendo que no hay sabor más amargo
que el de saberse abandonado por quién se amaba
y hallarse en medio de un camino estéril y frío.

¿Para qué albergar esperanza cuando todos los pronósticos
se han vuelto irremediablemente en contra mía?

Imposible es tratar de salir de este abismo en el que me he sumido
he perdido la capacidad de sonreír y hasta la de llorar
porque mis lágrimas se han desvanecido a causa de tu ausencia.

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Jamás volveré a hallar consuelo alguno que me haga sonreír de nuevo
desde que cayó el ocaso en el plano de mi existencia
tuve la certeza de que ya no hay marcha atrás
oigo tu voz en la distancia pero las palabras se van difuminando
la noche acaba de llegar para quedarse de manera irremediable.

En ti pensaba, en tus cabellos (José Martí)

El cubano José Martí transporta con este poema a la muerte diaria que significa un amor no correspondido.

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En ti pensaba, en tus cabellos
que el mundo de la sombra envidiaría,
y puse un punto de mi vida en ellos
y quise yo soñar que tú eras mía.

Ando yo por la tierra con los ojos
alzados -¡oh, mi afán!- a tanta altura
que en ira altiva o míseros sonrojos
encendiólos la humana criatura.

Vivir: -Saber morir; así me aqueja
este infausto buscar, este bien fiero,
y todo el Ser en mi alma se refleja,
y buscando sin fe, de fe me muero.

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Llueve (Gabriel García Márquez)

Gabriel García Márquez, autor de la mundialmente famoso 100 años de soledad, no trae este poema triste en el que juega con la lluvia como sinónimo de llanto y de añoranza por una mujer amada.

Llueve. La tarde es una
hoja de niebla. Llueve.
La tarde está mojada
de tu misma tristeza.
A veces viene el aire
con su canción. A veces
Siento el alma apretada
contra tu voz ausente.

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Llueve. Y estoy pensando
en ti. Y estoy soñando.
Nadie vendrá esta tarde
a mi dolor cerrado.
Nadie. Solo tu ausencia
que me duele en las horas.
Mañana tu presencia regresará en la rosa.

Yo pienso cae la lluvia
nunca como las frutas.
Niña como las frutas,
grata como una fiesta
hoy esta atardeciendo
tu nombre en mi poema.

A veces viene el agua
a mirar la ventana
Y tú no estás
A veces te presiento cercana.

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Humildemente vuelve
tu despedida triste.
Humildemente y todo
humilde: los jazmines
los rosales del huerto

y mi llanto en declive.
Oh, corazón ausente:
qué grande es ser humilde.

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Laberinto (José Saramago)

El portugúes José Saramago comparte desde la eternidad este melancólico poema de tristeza, que lleva al lector a identificarse con el autor en un amor que causa alegría y dolor.

En mí te pierdo, aparición nocturna,
En este bosque de engaños, en esta ausencia,
En la neblina gris de la distancia,
En el largo pasillo de puertas falsas.

De todo se hace nada, y esa nada
De un cuerpo vivo enseguida se puebla,
Como islas del sueño que entre la bruma
Flotan, en la memoria que regresa.

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En mí te pierdo, digo, cuando la noche
Sobre la boca viene a colocar el sello
Del enigma que, dicho, resucita
Y se envuelve en los humos del secreto.

En vueltas y revueltas que me ensombrecen,
En el ciego palpar con los ojos abiertos,
¿Cuál es del laberinto la gran puerta,
Dónde el haz de sol, los pasos justos?

En mí te pierdo, insisto, en mí te huyo,
En mí el cristal se funde, se hace pedazos,
Mas cuando el cuerpo cansado se quiebra
En ti me venzo y salvo, en ti me encuentro.

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El triste (Humberto Ak Abal)

Un corto poema sobre la soledad y la tristeza que forman parte de cada alma,

Yo prefiero ser triste.

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De la muerte sólo me separa
el silencio.

¡Ay, de los alegres!

Para llegar a la muerte
tienen que pasar por la tristeza.

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Dos lágrimas (Humberto Ak Abal)

El poeta guatemalteco, en pocas palabras, transmite el sufrimiento de su pueblo, en su gran mayoría sumido en la pobreza.

Cuando nací
me pusieron dos lágrimas
en los ojos
para que pudiera ver
el tamaño del dolor de mi gente.

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Silencio de angustia (Julia de Burgos)

La joven poetiza puertorriqueña  explora la angustia de los momentos previos a una muerte que no llega.

Tengo el desesperante silencio de la angustia
y el trino verde herido…
¿Por qué persiste el aire en no darme el sepulcro?
¿Por qué todas las músicas no se rompen
a un tiempo a recibir mi nombre?
-¡Ah, sí, mi nombre, que me vistió de niña
y que sabe el sollozo
que me enamora el alma!

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Las soledades de Babel (Mario Benedetti)

El inmortal Mario Benedetti habla en este poema de la soledad, y no sólo de la soledad individual, sino de la soledad social.

La soledad es nuestra propiedad más privada
viejo rito de fuegos malabares
en ella nos movemos e inventamos paredes
con espejos de los que siempre huimos

la soledad es tiempo / veloz o detenido /
reflexiones de noria / espirales de humo /
con amores in vitro / desamores in pectore /
y repaso metódico de la buena lujuria

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la soledad es noche con los ojos abiertos
esbozo de futuro que escondió la memoria
desazones de héroe encerrado en su pánico
y un sentido de culpa / jubilado de olvido

es la tibia conciencia de cómo deberían
haber sido los cruces de la vida y la muerte
y también el rescate de los breves chispazos
nacidos del encuentro de la muerte y la vida

la soledad se sabe sola en mundo de solos
y se pregunta a veces por otras soledades
no como via crucis entre ánimo y ánima
más bien con interés entomológico

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todavía hace un tiempo / en rigor no hace tanto
las soledades / solas / cada una en su hueco
hablaban una sola deshilachada lengua
que en los momentos claves les servía de puente

o también una mano una señal un beso
acercaban al solo la soledad contigua
y una red solidaria de solos conectaba
las geografías y las esperanzas

en el amor y el tango los solos se abrazaban
y como era de todos el idioma del mundo
podían compartir la tristeza y el goce
y hasta se convencían de que no estaban solos

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pero algo ha cambiado / está cambiando
cada sólo estrenó su nueva cueva
nuevo juego de llaves y candados
y de paso el dialecto de uno solo

ahora cuando bailan los solos y las solas
ya no se enlazan / guardan su distancia
en el amor se abrazan pero piensan
en otro abrazo / el de sus soledades

las soledades de babel ignoran
qué soledades rozan su costado
nunca sabrán de quién es el proyecto
de la torre de espanto que construyen

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así / diseminados pero juntos
cercanos pero ajenos / solos codo con codo
cada uno en su burbuja / insolidarios
envejecen mezquinos como islotes

y aunque siga la torre cielo arriba
en busca de ese pobre dios de siempre
ellos se desmoronan sin saberlo
soledades abajo / sueño abajo

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Rostro de vos (Mario Benedetti)

Un poema salido del fondo de un corazón melancólico y que ansía un amor que ya no es.

Tengo una soledad
tan concurrida
tan llena de nostalgias
y de rostros de vos
de adioses hace tiempo
y besos bienvenidos
de primeras de cambio
y de último vagón.

Tengo una soledad
tan concurrida
que puedo organizarla
como una procesión
por colores
tamaños
y promesas
por época
por tacto
y por sabor.

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Sin temblor de más
me abrazo a tus ausencias
que asisten y me asisten
con mi rostro de vos.

Estoy lleno de sombras
de noches y deseos
de risas y de alguna
maldición.

Mis huéspedes concurren
concurren como sueños
con sus rencores nuevos
su falta de candor
yo les pongo una escoba
tras la puerta
porque quiero estar solo
con mi rostro de vos.

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Pero el rostro de vos
mira a otra parte
con sus ojos de amor
que ya no aman
como víveres
que buscan su hambre
miran y miran
y apagan mi jornada.

Las paredes se van
queda la noche
las nostalgias se van
no queda nada.

Ya mi rostro de vos
cierra los ojos
y es una soledad
tan desolada.

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Poema de un recuerdo (Gustavo Alejandro Castiñeiras)

Un poema de tristeza desgarrador, desesperado que llama, que a un amor perdido en el vacío del silencio que dejó su ausencia.

Dime por favor donde no estás
en qué lugar puedo no ser tu ausencia
dónde puedo vivir sin recordarte,
y dónde recordar, sin que me duela.

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Dime por favor en que vacío,
no está tu sombra llenando los centros;
dónde mi soledad es ella misma,
y no el sentir que tú te encuentras lejos.

Dime por favor por qué camino,
podré yo caminar, sin ser tu huella;
dónde podré correr no por buscarte,
y dónde descanzar de mi tristeza.

Dime por favor cuál es la noche,
que no tiene el color de tu mirada;
cuál es el sol, que tiene luz tan solo,
y no la sensación de que me llamas.

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Dime por favor donde hay un mar,
que no susurre a mis oídos tus palabras.

Dime por favor en qué rincón,
nadie podrá ver mi tristeza;
dime cuál es el hueco de mi almohada,
que no tiene apoyada tu cabeza.

Dime por favor cuál es la noche,
en que vendrás, para velar tu sueño;
que no puedo vivir, porque te extraño;
y que no puedo morir, porque te quiero.

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La tristeza es la otra cara de la moneda, la que a nadie le gusta, pero tan necesaria para apreciar los ratos de felicidad, que cuando se recuerda su paso, se agradece lo presente y lo ganado.

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